
La llegada de la tercera estación siempre decorada con flores y con un leve toque de aromo me refresca sólo la memoria. Me recuerda la falta de sudor en mi colchón y la necesidad impertinente de llamarlo.
Marcan las doce del 21 de septiembre y las calamidades llaman constantemente a Antonio Varas. Es el inicio de un período poco grato. Si ven a una mujer con sarpullidos en sus brazos o en el pecho, no caigan en el error de pensar que es alergia a la primavera. El nerviosismo manifestado con rojizas marcas es la falta de la caricia tierna, preocupada y amable de otro cuerpo.
Largas sesiones de expresión emocional con mis amigas, e incluidas tres botellas de tinto, llegamos a la siguiente conclusión: cuando una mujer tiene manifestaciones cutáneas extrañas, no es más que la revelación de que no pasa nada de nada... ni con el pololo, ni con un amigo, ni con un ex. Ya se acabaron los dolores de cabeza y las reticencias mensuales. Nos ha llegado nuestra letra escarlata.