
Llegué al trabajo puntual, esperando la absolución del turno que claramente no llegaría.
Otra vez la suerte se burlaba de mí. Al parecer alguien se enteró sobre mi poca fortuna e ideó un sorteo para decidir quién se inmolaba para el turno de medianoche. NOOOOO! se escuchó en mi corazón, y como un kamikaze, me tiraron para escoger el primer papel.
¡Zas! “Giannina Parodi” escrito con todas sus letras. Comenzaron los abrazos de condolencias (para mí) y desahogo (para ellos). Mi nombre fue gritado con alivio por el resto de mis compañeros para anunciar que trabajaría en año nuevo.
-¡Lo bueno es que partirás el año trabajando!- exclamaban con una sonrisa.
-Te prometo que traigo la champagne para celebrar como dios manda- anuncio otro.
Pero la verdad fue otra. El reloj marcaba las 23:59 y ni rastro de algún compañero. Pasaban los segundos y la soledad fue sustituida por la resignación. Ahora ya sé que existen tres axiomas en la vida de un “joven nuevo trabajador”: Sé que ganaré poco, sé que tendré las últimas vacaciones, y YA SÉ que alguna vez tienes que trabajar para Año Nuevo.