Mauricio resolvió que se quedaría ahí para siempre, esperando en secreto que ella alguna mañana lo dejara tocar ese ombligo infinito. Excusó el día paladeando el dulzor de sus pechos, siempre reclamando con su lengua el triunfo de la cima. Justificó sus besos mañaneros explicando que sus logros se saboreaban mejor en sus labios. Calmaba las preguntas de las amanecidas con las furtivas caricias que terminaban convirtiéndose en gotas saladas que recorrían toda su espalda. Pero el dedo de Mauricio nunca pudo perderse en el abismo de su ombligo, y todo porque era ahí donde ella guardaba las cartas de Carlos.
4 comentarios:
wow... mujeres pues... siempre con sus secretos... jajja
y ese es su ombligo???? y tambien tiene secretos???
Por más que intentas, siempre habrá un lugar prohibido al que sólo el pasado tendrá acceso, esa cicatriz indescifrable e invisible que las mujeres guaradn como caja de Pandora.
Na' que hacer, es así la cosa...
no se desaparezcaa
abrazos capitalinos... jajaja
gianny que rico que volviste a escribir me encanta leer tus historias
besitos cuidate
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